Siempre ando por la vida pregonando acerca de la filantropía y algunos bichos semejantes, pero reconozco que en la práctica estoy muy lejano aquella idílica imagen, que en verdad simplemente cultivo una especie de cofradía hermética y para el resto de las entidades humanas que, fuera de el, pululan mis cercanías suelo parecer un tipo agrio, misántropo, tal vez desencajado y kilométricamente lejano del prototipo de weón simpático, lo que ciertamente es un acto errático que fluctúa entre los limites de lo consciente y lo inconsciente, por explicarlo de alguna manera porque lo cierto es que me apestan esas definiciones y me apestan también otro montón más que sin embargo me encuentro a cada rato como provocándome a disparar ese montón de argumentos que nadie de por allí quiere escuchar, porque hay otras nimiedades que resolver. Lo cierto es que mi único crimen es ser un idiota sincero y tal vez bueno para decir esas cosas que no más se deben pensar para los adentros, o quizás simplemente hablo basura innecesaria y molesta. No hay quizás otra forma de distinguir los espacios si es que quiere uno diferenciarse bien. A medida que voy andando parece que las cosas no se ven distintas hacia el horizonte, y si bien a ratos me parece que puedo soportar la existencia de este modo, lo cierto es que realmente son más los momentos donde me abriga una nausea que amenaza con apoderarse de mi humanidad toda, me envuelven las ganas de querer quitarme esta piel y salir corriendo sin mirar atrás, quizás llorando de la pura desesperación que me surge luego de la incomprensión que me provocan las realidades tan absurdas que colisionan con mi universo a cada rato. Lo cierto es que con la nausea no hago referencia a un estado ficticio sino que realmente el ritmo irregular que toma mi andar acaba provocándome estados de repulsión hacia donde me veo arrojado cuando intento sobrellevar los propios intereses con esos que sin más debo tomar, como si ya fuera muy poco sobrevivir orbitando entre tan diminutos universos y tan pobres cosmovisiones. En el presente me abordan un millón de inquietudes que escasamente se enlazan con las cosas que se me imponen como un deber, y si bien a ratos parecieran asomarse atisbos de éstos enlaces parece ser que las obligaciones en su totalidad están empecinadas en restarme tiempo de los asuntos que en verdad me interesan y me motivan, los que en verdad me hacen sentido y me parecen que valen se ven opacados por una roca enorme de deberes bastante menos interesantes, menos deseables y definitivamente empalagosos, que en verdad me generan desoladora aversión. Las innecesariedades de los protocolos acaban por generar disonancia entre las capacidades que puedo llegar a desarrollar y esos absurdos despropósitos que inmoralmente se imponen sobre las voluntades. Y el tiempo, el tiempo! Que se hace poco para vivir dos existencias, y me abandono. La falta de práctica reflexiva va a acabar convirtiéndome en un bicho autómata más, ando dejando escapar por entremedio las reflexiones porque en este espacio presente parece que no caben.
Y el mundo te arroja de nuevo, así de manera cíclica, a abandonar todas las buenas intenciones, porque no más dentro del círculo hermético eres en verdad tu, porque solo ahí se puede ser verdadero y mostrarse real, acaso vulnerable. Tal vez una botella hasta el fondo tratando de buscar alivio en la última gota, algún pasto, alguna pastilla que nos distancie de tan insípida uniformidad a la que nos somete la cotidianeidad, ciertamente desgasta esa homogeneidad repugnante que hay que soportar en semejante ambiente tan regular. Y el mundo a la mierda. El hoy a la mierda y el mañana también.
Te llenas la cabeza con mierda, pero seguro que a nadie le importa, no allí, y es que estás en el lugar equivocado. Tal vez sea momento entonces de partir, una vez más, en busca de un lugar para ti, porque definitivamente entre insectos y ángeles no es tu lugar. Ahora no más estás consiguiendo volverte duro contigo mismo, molesto y agrio tanto como para que los tuyos ya no te reconozcan. Tú ya no eres tú porque estás todo el tiempo ocultándote detrás de esa máscara, tanto como para empezar a hacerte uno con ella.
Por lo pronto no hay indicio de alivio del cual asirme, simplemente ya comienza a abandonarme cualquier motivación porque con el tiempo me doy cuenta que mis enlaces con el presente son en verdad cuerdas que un día no podrán sostener más la presión que ejerce mi padecimiento y será entonces cuando caiga en el vacío, donde no hay nada, nada para mí al menos. Porque me doy cuenta que en verdad siempre buscamos algo o alguien que nos mantenga sujetos a la realidad presente, quizás que nos proteja de la misma, pero siempre entre estos soportes se deja entrever la realidad más nefasta que nunca está del todo oculta, cerramos los ojos y preferimos dejar de verla, pero lo cierto es que no deja de estar ahí, siempre acaba asomando su desagradable y fétido rostro para recordarnos que en verdad no estamos fuera de su alcance.
Y así como cuando uno empieza a sentirse cercano al estado de cadáver, parece que dejáramos de estar cubiertos por esa capa profiláctica que nos protege de las desavenencias del mundo y entonces nos damos cuenta como ha estado pudriéndose todo alrededor, y caen pues como lluvia ácida las nuevas que estuvieron cocinándose mientras nosotros estuvimos fingiendo estar bien, jugando a encajar en un mundo que no es el nuestro, donde ciertamente no pertenecemos porque en verdad ahí no pertenece nadie que se autodenomine ser humano porque allí todos son no más marionetas que desconocen su propia naturaleza.
El cielo se vuelve aún más gris y las energías decrecen, tal vez un día simplemente decida quedarme acostado escondido debajo de las sábanas y no salga más de allí.
Así me llegan entonces unas súbitas ganas de dormir, pero pronto vengo a recordar que noctámbulo es de las cuantas cosas auténticas que aún soy, que el dormir tal vez sea enemigo y que los sueños vienen a mi durante las noches en que despierto emprendo viajes oníricos.
Sólo espero poder actuar a tiempo y sacudirme todo este polvo que ya casi no me deja respirar.
Sólo espero que...
Cupid and Centaur de Joel Peter Witkin.
lunes, 1 de diciembre de 2008
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