lunes, 25 de agosto de 2008

Algunas reflexiones sobre los trabajos de Wes Anderson.

Wes Anderson es un creativo, original y, porque no decirlo, genial director de cine que en tiempos recientes ha conseguido cautivarme tanto como para haber visto ya cuatro de los cinco largometrajes que a la fecha cuenta en su historial.

The Royal Tenenbaums

Los filmes de Wes Anderson orbitan en torno al tema de la disfuncionalidad que se origina en torno a las relaciones humanas, haciendo un retrato caricaturesco, pero no menos cercano de la realidad, de los conflictos que surgen en la construcción de éstas y como estos conflictos son parte importante y definitoria de los afectos que las mismas relaciones proyectan. El panorama general que es constante en los trabajos de Wes Anderson nos habla de algunas lamentables situaciones donde los equívocos, los fracasos y los pasos en falso se van combinando difusamente con otras situaciones esperanzadoras, logros y alegrías que en su conjunto consiguen enlazar a las personas en relaciones de intenso afecto, pero que plantean al mismo tiempo un constante desafío porque finalmente no hay atisbos de plenitud más que en destellantes momentos que quedan atesorados como definitorios de éstas relaciones, de manera que las mismas son toda una aventura constante que estamos dispuestos a asumir con toda responsabilidad y gustosos porque siempre vale la pena, y también porque en cada conflicto está la posibilidad de superarlo y salir no solo airosos sino que un poco mejor que antes. Wes Anderson nos ilustra una suerte de ir y venir entre situaciones tristes, otras menos tristes y otras más alegres en caricaturas de la vida real que acaban por robarnos una sonrisa, la conclusión es que tanto los encuentros como los desencuentros son elementales porque no solo en ambos aprendemos más del otro sino que también ambos acaban por acercar más a las personas en tanto que involucran comprensión, porque este último punto parece ser distintivo entre quienes realmente nos importan y quienes no, simplemente estamos más dispuestos a comprender a quienes además tenemos aprecio.

The Life Aquatic With Steve Zissou

Contrario a todas esas plásticas e infértiles narraciones fílmicas que avanzan típicamente hacia un predecible final feliz, en éstas tenemos la particularidad de que ya en el andar parece que adelantamos un fin poco convencional distinto de esos de cuentos de hadas, sin clichés ni nada políticamente correcto, y sin embargo nos quedamos con ese presentimiento nada más porque no acabamos de sorprendernos con esa mezcla, difícil de digerir, entre un sentimiento de tristeza que desola y una alegría que conmueve. En verdad aquí nada es de colores, Wes Anderson nos propone que la amistad y las relaciones humanas son más bien como el encuentro de lienzos a medio pintar que desde aquí en más continúan pintándose en conjunto, y aunque en ocasiones parece que nos salimos de los bordes, se nos escapa una raya o algo no queda del todo bien, el producto final siempre es más cercano a lo satisfactorio. Si bien en el andar a veces nos contagia el desaliento no nos desanimamos porque al rato nada acaba mal, pero como nada es pintado de rosa las relaciones entre los personajes de sus películas van avanzando en un singular sentido donde las antiguas tristezas son superadas para llevarnos a otras nuevas en un confuso andar donde sin embargo todo va quedando mejor de como comienza y las relaciones fraternales se construyen con un esfuerzo a que si bien a veces duele al final siempre nos abraza, tal vez porque la felicidad y la plenitud no son más que una constante búsqueda de las mismas, donde nos vamos aferrando de quienes queremos porque en ellos nuestra búsqueda encuentra un sentido.

Ciertamente Wes Anderson retrata como es que los habitantes de este planeta encuentran finalmente hermanos tales que construyen con ellos lazos tan intensos que si bien estos a veces parecen alejarse del concepto mismo y más bien hacer daño, no podemos prescindir de ellos porque se vuelven una extensión del propio yo, Anderson nos ilustra el camino a través del cual vamos asumiendo que estos vínculos son parte de nosotros mismos y que los asumimos voluntariamente en calidad de tales porque nos entregan indescriptible e incontable dicha, es así como sin darnos cuenta vamos asumiendo entonces que vemos siempre el vaso medio lleno con aquellos que tenemos mutuo afecto porque a pesar de que nunca llegan a ser un retrato de lo que soñamos o esperamos, si se parecen mucho y siempre acaban por complementar la propia existencia compartiendo la suya, en la medida que esto es mutuo estamos entonces frente a todo un nuevo universo que es único. Ciertamente las imágenes ideales no son en verdad más que eso y aunque siempre cuelgan desde la realidad Wes Anderson nos enseña que es mucho más conmovedor el ser sensibles de los esfuerzos que hacen nuestros cercanos que el dejarse llevar por eses imágenes estáticas que han quedado plasmadas en nuestra memoria, porque somos en verdad muy buenos para cagarla a veces, pero también hemos de serlo para darnos cuenta y enmendar nuestros errores con aquellos que son importantes para nosotros, un elemento que es fundamental en el historial fílmico de Wes anderson.

RushmoreDe sus películas Rushmore es particularmente distinta porque da un énfasis exclusivo a las relaciones de tormentosa amistad, a través de la historia de Max Fischer y la curiosa y a la vez icónica amistad que forma con Herman Blume, un millonario empresario con quién además comparte el amor por una profesora de su colegio. En el andar queda magistralmente representado como es que dos personajes con historias tan distintas llegan a establecer mutuo afecto y como desde sus divergencias encuentran puntos de encuentro que los vuelven tan cercanos hasta construir una relación de amistad donde apacibilidad o linealidad es una palabra que no los describe en absoluto, sino que más bien la suya es una amistad que involucra intensas emociones, aquí tal vez la lección es que en las relaciones de amistad parece ser más definitoria la intensidad que el tiempo, y con intensidad hace referencia a las buenas experiencias y las otras no tan buenas, en tanto que sean intensas, porque estos personajes a pesar de que a veces parecen estar de lados opuestos de la trinchera siempre acaban buscándose el uno al otro.


En cuanto a The Royal Tenenbaums, tanto como en The Darjeeling Limited, Anderson nos describe un viaje que emprenderán dos familias muy distintas, tal vez similares sólo porque ambas están construidas a modos no convencionales. El término viaje es más literal en la segunda que en la primera, pero en ambos casos se trata de un viaje hacia el reencuentro que pretende revivir los días felices, pero que nos enseña que en ninguna relación donde hay cariño se puede pretender a ser igual que antes porque olvidar los días oscuros y en verdad todos los acontecimientos que ocurrieron con el paso del tiempo es una falta, más bien es necesario enmendar los errores y aprender de ellos para poder seguir adelante de manera de no volver a caer en lo mismo.


En The Life Aquatic With Steve Zissou el gran mérito de Anderson es combinar magistralmente las relaciones humanas en todo su espectro, diferenciándola por tanto de sus dos trabajos previos, Rushmore y The Royal Tenenbaums donde el énfasis lo ponía en las relaciones de amistad y las relaciones familiares respectivamente. El capitán Zissou, en el ocaso de su carrera, emprende un último proyecto junto a su tripulación de toda la vida, en honor a su más querido amigo muerto en altamar en las fauces de un extraño pez tigre, pero finalmente el documental acaba por hablar más de sus fieles compañeros de tripulación y de la relación con su mujer y su hijo que del pez tiburón.

Finalmente debo decir que las de Wes Anderson provocan sensaciones muy particulares, tristeza, alegría, ambas juntas y ninguna al mismo tiempo, es confuso pero es agradable...

viernes, 8 de agosto de 2008

La science des rêves

No soy precisamente Stéphane pero si me siento como él en ocasiones, no porque tenga desordenes y distorsiones sobre la realidad, aunque a veces ya las quisiera, sino porque a veces también vivo en sueños lúcidos y otro montón de alucinaciones también. Creo que paso más tiempo conectado con mis divagaciones de mundos paralelos vagamente posibles que con la realidad misma, lo hago mientras camino, mientras como, mientras leo, mientras escribo, cuando estoy solo y cuando no lo estoy, miro una cosa y veo otra, converso de un tema mientras que resuelvo otro. En veces más recientes tuve dificultades distinguiendo las experiencias oníricas de las que son reales, tal vez como producto de mis desordenes soporíficos o tal vez es sólo porque siempre viví simbiotizando la realidad y la imaginación. Con el tiempo mi razonamiento se desarrolló como el de cualquier otro mortal, pero a veces llego a pensar que tan solo en lo cualitativo, porque cuantitativamente sigo volando con la imaginación igual que de niño y aunque no siempre obtengo buenos resultados al final es parte de lo que soy. De a poco espero resignado el día en que ya no tenga horarios para dormir y soñar ni para abandonar este mundo con pensamientos lejanos y donde ya no pueda distinguir lo que es real de lo que no lo es, de lo que vivo en mis sueños y las experiencias que encuentro en libros y películas, como ésta misma, espero y espero, y lo hago confiado de conseguir algo bueno de todo esto.

Yo decidí soñar harto y hacerlo cada vez que quiero. Yo decidí dejarme llevar por las ensoñaciones, lo hago cuando duermo y cuando estoy despierto, y sin caer en vacilaciones propias de este mundo porque no me detiene su ritmo.