martes, 7 de diciembre de 2010

LO BELLO Y LO SINIESTRO EN EL CINE


Las bellas artes no sólo se establecen como una expresión de la belleza sino que también dan espacio para la exhibición de lo siniestro. Lo siniestro tiene lugar, dice Freud, cuando lo fantástico se presenta en lo que conocemos como “la realidad”, o viceversa, cuando lo real asume enteramente el carácter de lo fantástico, asumiendo que lo fantástico corresponde a aquello deseado ocultamente por el sujeto, que habita el ello y que es censurado por el super-yo. El cine por su parte, como expresión de las bellas artes (desde ahora las artes a secas), se constituye por tanto como siniestro en la medida en que presenta como posibles y reales frente a nuestros ojos esos deseos que permanecen ocultos en nosotros mismos, permite el reconocimiento de nuestros deseos primarios de eros y tánatos. Se utiliza la transgresión y la violencia porque las artes constituyen un vehículo no solo de la experiencia estética sino que también ética. El cine, y en general el terreno de la ficción, amplía el campo de la experiencia humana presentándonos modos de ser humano, porque aún la ficción más increíble permanece anclada a las posibilidades de la realidad a través de las cuales establecemos o desentrañamos la legislación lógica de ésta misma, según la cual tal curso de sucesos o tal tipo de entidades son o no admisibles. Aun cuando el estatuto de lo ontológico en la ficción no está ampliamente aceptado, si se puede aceptar en el sin dudas un nivel óntico, una imagen de “estar por”. A través del viaje filmográfico conocemos epistemologías del conocimiento que son igual o más válidas que el conocimiento científico, porque así como propone Paul Feyerabend, el conocimiento se construye sobre la base de todas las creaciones de lo humano. La epistomología del cine se presenta como la experiencia empática a través de la cual se iluminan aspectos de la realidad que sin estas extrapolaciones ficcionales permanecerían en penumbras, se instala al espectador dentro de un nuevo sistema de realidad y posibilidad donde se produce, pues, el sentimiento de lo siniestro, la realización de un deseo escondido, íntimo y prohibido. La experiencia del cine permite contrafácticos y subjuntivos que pueden reflejar empatía o rechazo frente a las posibilidades del comportamiento humano, se aborda lo siniestro en temáticas como los horrores de la guerra, el crimen y otras experiencias deshumanizantes con el fin de sensibilizar al espectador. Richard Rorty ve en este aspecto de la ficción la posibilidad de un progreso moral a través de las descripciones detalladas de variedades de dolor y humillación que representan la vulnerabilidad humana. El cine abre esta puerta que estuvo durante mucho tiempo cerrada mientras la humanidad apartó la vista ante lo que le desagradaba, frente al reflejo de su propia condición, lo que permite la comprensión del hecho artístico y la expansión de las categorías de lo estético a su dimensión social y moral, como vehículos de reconocimiento. El cine no sólo persigue un resultado estético, para recrearse en lo bello y lo siniestro, sino que aspira a ser leído como un emplazamiento social y político. En esta línea están presentes claros expositores de la denuncia frente a los horrores de la sociedad post-moderna como lo es Stanley Kubrick o el más contemporáneo Park Chan-Wook en Corea, quién en su trilogía de la venganza expone claramente que es lo que sucede cuando el ser-humano-social, impelido por las desaveniencias propias del post-modernismo, abandona el velo de los ideales sociales de la revolución francesa y es arrojado a actuar desde su interior más siniestro, su naturaleza más salvaje pero que no deja de ser propia de su condición humana.